A doña Edelmira le ha tocado su
tinaco, aquel día se puso contenta, pero doña Candita y don Gervacio no
corrieron con la misma suerte, no fueron afortunados militantes de la causa. Ya
doña Edelmira contenta, se apresuró a empeñar algunas alhajas para poder pagar
la instalación de su flamante tinaco, dos días después nuestra amiga está
triste, muy pocas veces llega el agua a su colonia. Lastimosamente así es la visión del asistencialismo:
inequitativo y miope.
Me pregunto si alguna vez, usted
que lee estas líneas ha corrido con la experiencia de participar en eventos
“solidarios” de políticos en los que se reparten enseres, útiles, herramientas,
comestibles puerquitos, chivos,
vaquitas, pollos, materiales de construcción, tinacos, sillas de ruedas,
etc. si le ha tocado, ¡no sé si felicitarle! (por el tipo de apoyo recibido),
de cualquier forma, la gala mediática
llena de parafernalia, a veces institucional otras muy personal, es un evento
muy llamativo, que luce más, si en la bolsita o en el apoyo viene el nombre y
más la cara del fulano o fulana que lo patrocina.
Podríamos nombrar a políticos y
políticas de todos los partidos, incluso el de aquellos independientes que
promueven estas prácticas, los conocemos, los hemos visto y es que, es tan
generalizada la ocasión que no hay diferencia si lo fomenta un priista, panista,
perredista, morenista u lo que sea. Como ciudadanos hemos sido pasivos ante
tales prácticas a pesar que sabemos cuál es el objetivo final. El trasfondo del
acto en sí, es lo perverso.
Cuando veo a políticos siendo
dadivosos de manera “solidaria” me pregunto si son conscientes del daño social que acarrean
con su “apoyo”. Desafortunadamente tales actos no han producido un cambio, siquiera
somero, en las condiciones de la gente a quienes va dirigida dicha “ayuda”. Han
sido sólo paliativos efímeros y temporales que si bien en algunos casos logran
resolver una necesidad, éstos no producen mayor bienestar social, condición
para propiciar prosperidad. La dependencia en estos casos resulta perjudicial contra el mismo receptor de los apoyos.
No podemos tapar el sol con un
dedo y seguro estoy que cuando sabemos de estos enjuagues sociales lo primero
que viene a nuestra mente es el sentido clientelar, por más que se ostenten los
promoventes como “hermanitas de la caridad”, a todas luces violentan la
dignidad de la persona, manteniéndolas cautivas como un voto más.
Sabemos que a los donadores
sociales convertidos en políticos del momento les molesta que la gente se
acerque a pedirles apoyos y más apoyos, sin embargo son ellos quienes propician
tales prácticas con sus acciones.
Pronto veremos reproducirse en el
marco de los procesos “democráticos” tal “solidaridad” “subsidiaria” violando
en principio, las normas de la equidad electoral, no obstante ya se corren por
ahí algunos ejercicios asistencialistas, anticipados, y sutilmente disfrazados
por suspirantes a algún puesto de elección popular y de cualquier credo
político. La arrogancia es su característica más visible al presentarse casi
como un “Robin Hood” moderno. En eso no hay diferencia a pesar de las profundas
huellas doctrinales, en algunos de los institutos políticos.
Es obvio que tales prácticas, al
no poder satisfacer las necesidades de toda una comunidad resulta inequitativa,
ningún recurso será suficiente para esos propósitos, pero además no siempre resulta
claro el origen de los fondos para adquirir tales apoyos, obviamente dando
espacio a la sutil suspicacia de no pocos. Es aquí cuando exigimos a los
legisladores que hagan su trabajo proponiendo leyes de fondo y no sólo espejitos.
Creo firmemente en las virtudes
de la solidaridad y subsidiariedad como
sostén para la concordia y pleno desarrollo de las comunidades, y los
ciudadanos tenemos que ser responsables mutuos entre todos para salir de las condiciones
de desamparo social, pero éstas tienen que tener naturalmente algunas
características propias de su esencia: tienen que ser genuinas e íntegras.
Benedicto XVI se refiere a la
necesidad de que el principio de subsidiariedad se mantenga íntimamente unido
al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiariedad
sin la solidaridad desemboca en el particularismo social,(inequidad social)
también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el
asistencialismo que humilla al necesitado.
Es deber de los ciudadanos pero
sobre todo de los políticos trabajar en programas que integren a la gente a ser
parte de la solución, no hay que inventar el hilo negro, en todo el mundo han
habido casos exitosos de solidaridad, incluso en nuestro país pero hay que
tener voluntad y la conciencia social para dejar de considerar a los sectores más
necesitados como simple reserva electoral.
Remate:
Una vez más nuestra ciudad fue
víctima de un ecocidio, esta vez fueron tasajeados 16 árboles de Chaká (Bursera
Simaruba) en una avenida de la ciudad, esperemos que no queden impunes ni este
caso ni el del "ácido" en las calles recién repavimentadas de Mérida. Veremos si
se empieza a justificar el sistema Escudo Yucatán.
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